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‘Nosotros’: la primera novela distópica

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En 1516 Tomás Moro publicó Utopía, un libro en el que imaginaba una sociedad ideal. Este planteamiento ya está presente en La República de Platón o en La ciudad de Dios de San Agustín, y daría notables frutos en el siglo XVII: La Ciudad del Sol de Tommaso Campanella y La Nueva Atlántida de Francis Bacon. El reverso de la utopía es la distopía, que imagina una sociedad pretendidamente perfecta que deviene pesadilla. Hay algunas obras consideradas pioneras de este género, como la decimonónica Erewhon de Samuel Butler o Señor del Mundo del sacerdote británico Robert Hugh Benson, publicada en 1907. Pero es Nosotros del ruso Yevgueni Zamiatin la pionera de las distopías políticas del siglo XX.

Ha habido varias ediciones en español de esta novela, pero acaba de aparecer una especialmente cuidada y recomendable de la editorial Salamandra, que replica las anglosajonas de Cannongate y Ecco Press, aparecidas en 2020. Como estas, incorpora tres prólogos muy iluminadores. El primero está escrito para la ocasión por Margaret Atwood. Los otros dos son textos históricos rescatados: uno de Orwell publicado en Tribune en 1946 y otro de Ursula K. Le Guin de 1973 en el que la autora no se anda por las ramas: «Para mí, el mejor libro de ciencia ficción jamás escrito es Nosotros». Además, la nueva edición española presenta un útil aparato de notas finales y traducción de Marta Rebón, con un extenso currículum de clásicos rusos vertidos al castellano y que ya había traducido otra obra del autor, La inundación.

Portada del libro

Yevgueni Zamiatin (1884-1937), ingeniero naval y autor de una treintena larga de libros, padeció por partida doble las tiranías del siglo XX. Dos sistemas políticos antitéticos lo arrestaron y le indicaron el camino del exilio. Antizarista como muchos jóvenes intelectuales de la época, se sumó a la revolución de 1905, fue detenido y acabó exiliado en Finlandia. Trabajó después en los muelles de Newcastle construyendo un rompehielos y allí le pilló la revolución de 1917. En Inglaterra descubrió con espanto el taylorismo (la maximización capitalista de la productividad basada en el férreo control horario del trabajador y que por tanto convierte al individuo en pieza de un engranaje). Cuando regresó entusiasmado a la madre patria revolucionaria -como muchos intelectuales y artistas en el exilio- no tardó en percatarse de que los bolcheviques no iban a construir un feliz paraíso proletario sino un infierno burocrático y represivo, que mostraba menos interés por la libertad individual que el taylorismo. Zamiatin vio claro que las sociedades contemporáneas trazaban una deriva del individuo a la masa, del yo al nosotros. Y vertió sus miedos en una narración futurista ambientada en el siglo XXVI.

Prohibida en la Unión Soviética hasta 1988

La escribió entre 1919 y 1921 y el proceso de publicación merece explicarse. Los censores del supuesto paraíso proletario vieron aquello, percibieron el peligro de la crítica y dictaminaron que no se podía publicar en Rusia. El manuscrito, todavía sin título definitivo, salió del país de forma clandestina, se tradujo al inglés y apareció por primera vez en Estados Unidos en 1924 con el título que le inventaron los editores: We (Nosotros). En 1927 una revista de exiliados rusos en Praga la publicó en su lengua original por entregas. Pero ninguna de estas ediciones tuvo mucho eco. Hubo que esperar a que apareciese en francés en 1929 para que empezara a hablarse de la novela. Por aquel entonces debió de leerla Aldous Huxley, que en 1932 publicó su mucho más célebre distopía: Un mundo feliz. En su texto de 1946, Orwell se muestra convencido de ello y en lo que se refiere a la plasmación narrativa del totalitarismo afirma: «Nosotros es superior a Un mundo feliz».

Entre tanto, Zamiatin se sentía cada vez más hostigado por el entorno y descontento con la deriva de la revolución bolchevique. Hasta el punto de que pidió que se le permitiera marcharse de la Unión Soviética. Su carta a Stalin no fue precisamente modosa: «Ruego que se me autorice a marchar al extranjero con el derecho a regresar tan pronto como en nuestro país sea posible servir a las grandes ideas con la literatura sin la obligación de arrastrarse ante según qué hombrecillos». Por mucho menos otros acabaron en el Gulag o ante un pelotón de fusilamiento. Pero Zamiatin era amigo de Gorki, con buenos contactos en las altas esferas, y este intercedió por él. Se exilió en París en 1932 y allí falleció en 1937. Su novela más célebre no se publicó en Rusia hasta 1988.

‘We’, primera edición. 1924 | Wikimedia Commons

Entre las aportaciones culturales del escritor hay dos que no suelen mencionarse en sus biografías y que me permito apuntarles: por un lado, todavía en Rusia, fue uno de los libretistas de La nariz, la ópera bufa de Shostakóvich basada en el cuento de Gogol. Se estrenó en 1930, no gustó nada a las autoridades por su vanguardismo y fue una de las varias obras del compositor que le pusieron en apuros frente a Stalin. Ya en Francia, Zamiatin fue uno de los guionistas de la adaptación de Los bajos fondos de Gorki que dirigió Jean Renoir en 1936, en los años de fervor proletario del Frente Popular francés.

Con todas sus ingenuidades, Nosotros sigue sorprendiendo por la precocidad con que su autor vislumbró los peligros de las tiranías contemporáneas. En su novela, el Estado Unido controla la vida de sus ciudadanos, convertidos en meros números y sometidos a férreos horarios. El narrador es D-503, que cuenta su historia en 40 notas numeradas que funcionan como capítulos. El poder lo ocupa el Benefactor, al que se vota cada año, pero siempre sale elegido por unanimidad. A su servicio están una policía política que responde al nombre de los Guardianes y también los Poetas del Estado, dedicados a loarlo. En la época en que se publicó el libro, se produjo en 1927 una de las grandes películas del expresionismo alemán: Metrópolis de Fritz Lang, que visualizaba una sociedad muy similar. El guion era de la entonces esposa de Lang, Thea von Harbou, basado en su propia novela. Poco después von Harbou se hizo ferviente nazi, mientras que Lang tomó la doble decisión de divorciarse de ella y huir de Berlín rumbo a Hollywood.

Hay en Nosotros detalles que resultan de una sorprendente actualidad. El poder ha llegado a la conclusión de que no se puede ser feliz y libre al mismo tiempo y para que todo el mundo sea «feliz» ha decidido suprimir la libertad. Hay un Muro Verde que lo rodea todo, supuestamente para protegerse de los bárbaros libres que habitan al otro lado, pero que también tiene evidentes propósitos carcelarios. Las casas son acristaladas y se vive a la vista de todos, salvo en unos horarios reglados en los que se pueden echar las cortinas para practicar sexo en turnos prefijados, a los que se tiene acceso mediante una suerte de cartilla de racionamiento.

Totalitarismo y subversión

El arranque de la novela es aterrador, porque esta sociedad robotizada pretende expandirse por todo el universo. Según informa El periódico del Estado, van a lanzar una nave para «someter al beneficio del yugo de la razón a seres desconocidos que habitan en otros planetas, quizá todavía en un estado de salvaje libertad. Si ellos no entienden que les llevamos una felicidad matemáticamente infalible, nuestro deber es obligarlos a ser felices. Pero antes que las armas, probaremos la palabra». ¿Les suena de algo? ¿Es una predicción de las incansables atrocidades que a lo largo del siglo XX se han cometido pretendiendo instaurar el paraíso en la Tierra? Regímenes fascistas, teocráticos, nacionalistas y en especial comunistas (por aquello de la superioridad moral de la izquierda). La lista es desoladoramente larga y arranca con las purgas y masacres del estalinismo («Esto sucedió en tiempos en que solo los muertos sonreían/alegres por haber hallado por fin reposo», clama el sobrecogedor Réquiem de Anna Ajmátova). Después vendrían la revolución cultural china ejecutada por jóvenes adoctrinados en el fanatismo; el genocidio camboyano de los jemeres rojos, a los que en sus años estudiantiles en la Sorbona parisina les llenaron la cabeza de grandes ideales revolucionarios que ellos aplicaron con metódica barbarie…

Shostakóvich | Wikimedia Commons

El Nosotros D-503 es el ingeniero encargado de construir la nave que someterá a todo el universo al yugo de la «felicidad» obligatoria. Pero sucede que un elemento incontrolable lo resquebraja todo: D-503 se enamora de I-330. Y encima ella forma parte de un grupo de rebeldes que se oponen al Estado totalitario y, en sus ratos libres, cuando pueden echar las cortinas, aprovechan para fumar y beber, porque son unos bohemios, a los que hay que curar la enfermedad de la imaginación aplicándoles rayos X. Si en la novelística del siglo XIX la quiebra del orden social la producía el adulterio femenino (Madame Bovary, Anna Karenina, La Regenta…), en la distopía de Zamiatin el amor sigue siendo peligrosamente subversivo.

En 1948, Orwell, inspirado por esta novela rusa dio un paso más allá y escribió una indeleble distopía a partir de su desengaño del comunismo. Con 1984 configuró uno de los mitos culturales más perdurables del siglo XX: el Big Brother que todo lo ve. Frente al acechante peligro de las tiranías, la literatura es una forma de denuncia e insurrección. En un texto de 1921 titulado Tengo miedo, Ziamatin proclama: «La verdadera literatura solo puede existir en manos, no de funcionarios diligentes y fiables, sino de locos, ermitaños, herejes, soñadores, rebeldes y escépticos».


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